Palabras muy comunes en nuestro día a día pero palabras que luego pocas personas saben definir con exactitud.

El estrés y la ansiedad son términos que se utilizan con mucha asiduidad hoy en día, por tanto, es normal que no se conozca con exactitud cuándo se trata realmente de uno u otro.

En lo que a estrés se refiere, debemos diferenciar entre el estrés “bueno” (eustres) y estrés “malo” (distrés). Es importante hacer esta diferenciación debido a que, mientras que el eustrés nos va a ayudar a responder mejor ante una situación (nos prepara para la acción; activándonos, generando adrenalina, etc); el distrés, por su parte, nos va a dificultar dicha respuesta (pudiendo provocar; problemas estomacales, insomnio, dolores de cabeza, mareos, sudoración, tensión muscular, etc.).

El estrés va a aparecer ante una situación que reconocemos como amenazante, que puede ser una situación en la que sentimos que no tenemos los recursos suficientes para hacerle frente.

Por ejemplo, en el caso del deporte, podríamos hablar de una competición para la que creemos que no hemos entrenado todo lo que deberíamos haberlo hecho. Por tanto, cuando lleguemos a dicha competición, pensamientos del tipo “no me he preparado lo suficiente” probablemente nos provoquen el estrés “malo” que comentábamos antes, dificultando nuestra actuación en dicha prueba.

Ahora bien, después de acabar la prueba/pelea/partido, ese estrés es muy posible que desaparezca, ya que el estímulo que nos preocupaba se ha existinguido.

No ocurre igual con la ansiedad…

Y es que, mientras que el estrés suele provocarse por un estímulo más identificable (una prueba que no me he preparado) la causa de la ansiedad en ocasiones puede ser más difusa.

Al igual que ocurría con el estrés, podemos encontrar dos tipos de ansiedad; la ansiedad “normal”, que en una situación de amenaza nos prepara para tomar una respuesta (vemos un coche que se acerca rápido y nos prepara para saltar a un lado) y otra más patológica, que nos impedirá tomar esa respuesta de forma adecuada produciéndonos síntomas muy similares a los del estrés malo o distrés (insomnio, mareos, sudoración, problemas gástricos, nauseas, etc.).

Sin embargo; mientras que el estrés lo podemos considerar como un “exceso de presente”, ya que suele aparecer por algo que nos preocupa, una situación a la que no somos capaces de hacerle frente, la ansiedad sería un “exceso de futuro” en la que nos da miedo algo que pueda llegar a ocurrir, imaginándonos los resultados más desfavorables (“¿Y si vuelvo a fallar una ocasión clara?”, “¿y si no tengo nunca más una oportunidad como esta?”, “¿y si fallo el penalti decisivo?”, etc).

Además, la ansiedad puede manifestarse en un ataque o crisis de ansiedad, que se caracteriza por síntomas como una sensación de ahogo o falta de aliento, presión en el pecho, taquicardias, mareos o desmayos, miedo de perder el control, etc.

En definitiva, son dos variables psicológicas que se deben conocer, y ante todo, aprender a gestionarlas. Si quieres aprender de forma personalizada a hacerlo te ánimo a que te pongas en contacto con nosotros.

Sobre el autor

José García Donate

Fundador de Donatealdeporte y director de la unidad de psicología del deporte y actividad física en el instituto Centta